Somos todos censores
(...) Sin embargo, en mis conversaciones con otras personas acerca de estos asuntos, siempre llega un momento en que hasta los más reacios opositores de la censura se vuelven censores, convirtiéndose en versiones de aquello que atacan ferozmente. He llegado a la conclusión de que cuando se trata de libros para niños, todos somos censores.
Nosotros, los que estamos en contra de la censura, probablemente nos convertimos censores de libros que difieren de nuestros propios valores (teóricamente opuestos a la censura), libros que atacan la libertad individual o que refuerzan los estereotipos sexuales. Alguien que se enfurezca ante cualquier intento de prohibir los libros anti-leñadores probablemente exigirá que otros libros sean censurados por anti-ambientalistas.
Nosotros, los que estamos en contra de la censura, probablemente nos convertimos censores de libros que difieren de nuestros propios valores (teóricamente opuestos a la censura), libros que atacan la libertad individual o que refuerzan los estereotipos sexuales. Alguien que se enfurezca ante cualquier intento de prohibir los libros anti-leñadores probablemente exigirá que otros libros sean censurados por anti-ambientalistas.
Esto quizás no sea sorprendente, pero sí peligroso. Sugerir que tenemos el derecho a dar por terminada una discusión acerca de cualquier tema o a prohibir cualquier libro equivale sencillamente a manifestar que la censura es, en algunos casos, apropiada; y si esto es así ¿quién es el encargado de distinguir entre un caso y otro?
Perry NodelmanVía: BRUAA
No hay comentarios:
Publicar un comentario